Corrí y corrí tanto que ya no sentía las piernas, ni las manos de agarrar el vestido con fuerza para no tropezarme, pero estaba claro, no iba a parar hasta encontrarle. Por fin llegue a la plaza de siempre, a la hora de siempre, con la sonrisa de siempre y allí estaba él, como siempre con su mirada que hipnotiza con su todo y con su nada, pero era el y me estaba esperando, en ese momento me sentí la chica mas afortunada del mundo todo el cansancio que tenia de haber corrido se disipo como la Coca cola y llego un nuevo sentimiento que me hacia cosquillas, me gustaba y a la vez lo odiaba porque era algo nuevo para mi.
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